Proyecciones y correcciones en el sector agropecuario
Después de un ciclo productivo 24/25 muy bueno, el sector agropecuario cierra el año transitando un escenario con preocupaciones a distintos niveles, aunque con buenos fundamentos de mediano plazo.
Por Ing. Agr. MBA Nicolás Lussich,
La falta de agua se está haciendo sentir, particularmente en las zonas sur y este del territorio. Los datos climáticos internacionales están mostrando una fase Niña “moderada” en las aguas del Pacífico, que los técnicos no alcanzan a configurar como fase Niña neta; las temperaturas están levemente por debajo de la media histórica. Los últimos registros de la NOAA muestran que esa diferencia respecto a la media ha aumentado en los últimos meses (gráfica), pero las proyecciones de los distintos modelos apuntan a que esta fase fría se irá neutralizando para -incluso- pasar una fase cálida hacia mediados del año próximo, en todos los casos sin grandes extremos. Es una proyección que en algo tranquiliza, aunque -en el día a día- obviamente la acumulación de calor y evaporación complica las cosas y preocupa.
Todo esto es especialmente relevante para la agricultura, que depende -en mayor medida que la producción animal- de la disponibilidad inmediata de agua y lluvias. La preocupación le llega incluso al sector arrocero, cultivo que -aunque se planta 100% bajo riego- depende de la evolución de las fuentes de agua, que están con ciertas mermas, especialmente en la zona este.
En el caso de la soja, Urupov dio a conocer sus estimaciones de área sembrada (cuadro) con una superficie de 1.250.000 hectáreas. Si bien es una estimación preliminar, que luego se va afinando con datos de campo y la evolución del cultivo, el dato es alrededor de 10% inferior al área efectivamente sembrada la zafra pasada, según la misma fuente. En el mercado se estimaba que el área sería similar este año o con una corrección a la baja pero más leve, del entorno del 5%.
De manera que el dato de Urupov fortalece la perspectiva de que la agricultura en general -después de un año notable, con rendimientos récord- tendría una corrección a la baja en la superficie de varios de sus cultivos y en la producción, esto último incorporando que el escenario climático no sería tan bueno como en el ciclo anterior.
Variaciones de este tipo en la agricultura no deberían llamar la atención; en el caso del arroz también hay una corrección importante a la baja en el área, en respuesta a los menores precios. El problema es que -en ocasiones- desde los análisis macroeconómicos se tienden a dar por descontados escenarios de gran producción en el agro, cuando esto tiene variaciones bastante mayores que la actividad en áreas de servicios (ni hablar la inercia del propio gasto del Estado); podría ser la situación actual: después de un año 2024 de fuerte recuperación, la macro economía está dando algunos dolores de cabeza.
Del optimismo a la realidad.
El Producto Interno Bruto (PIB) de la economía uruguaya cayó 0,2% en el tercer trimestre en el cálculo desestacionalizado, respecto al trimestre anterior. La variación interanual fue 1,2%, bastante menor que el crecimiento de 2,9% en el primer semestre. En los últimos meses, diversos indicadores están mostrando que la desaceleración económica es un hecho, con el indicador mensual de actividad de octubre (IMAE) con una caída interanual del 0,4%, por primera vez en el año un número negativo.
El menor crecimiento es una luz amarilla para la conducción económica, en la medida que las proyecciones presupuestales se sostienen en una dinámica de crecimiento mejor. Por supuesto que las circunstancias pueden cambiar y los procesos económicos no son lineales, pero la preocupación está instalada.
Por otra parte, Uruguay está con un problema de precios relativos y encarecimiento, con un tipo de cambio real por debajo de los niveles de fundamento. En parte, esto es consecuencia de la política monetaria de sesgo contractivo que ha implementado el Banco Central (BCU) ya desde el año pasado y continuando a principios de este (gráfica). Esto le ha reportado éxito en la baja de la inflación, pero a costa de un “atraso cambiario” ostensible.
En las últimas horas, todos estos nuevos datos han sido incorporados en el proceso de toma de decisiones del BCU que decidió bajar medio punto la tasa de interés, cuando no hace mucho desde el equipo económico se planteaba mantenerla hasta cerrar el año. La baja de la tasa responde -precisamente-, a un crecimiento menor al esperado y a que -además- la inflación está por debajo de la meta. En efecto, el BCU apunta a que se ubique en el 4,5% y ha estado más cerca del 4%, con estimaciones de que seguirá en ese entorno.
En lenguaje poco ortodoxo pero ilustrativo, podríamos decir que el BCU “se pasó de rosca”, con la política monetaria. Pero a no confundirse: la capacidad técnica en el BCU es de alto nivel, y si hubo un énfasis particular en ir a fondo con una política monetaria contractiva para bajar la inflación, eso se debió -entre otros factores- a que a lo largo de los últimos meses transcurrieron la negociaciones salariales y el equipo económico buscó dar una señal contundente de baja inflación, para viabilizar pautas salariales que apuntan a desindexar los ajustes salariales, de manera de dar fundamentos aún más sólidos para bajar la inflación a largo plazo.
Lamentablemente, el objetivo de facilitar la negociaciones salariales no se ha cumplido del todo, en la medida que las mismas se han demorado; aún así, se logró finalmente el acuerdo en salarios rurales y van avanzando otros grupos importantes.
Pero para el agro -tanto para sus empresarios como para sus trabajadores-, es clave ver qué pasa con el tipo de cambio. En este sentido, el presidente del BCU, Guillermo Tolosa, ha expresado en las últimas horas su preocupación por un tipo de cambio que cayó más de lo esperado, llevando -precisamente- la inflación por debajo de la meta. De tal manera que ahora, desde el BCU, se plantea ir hacia una instancia expansiva de la política monetaria, lo cual -eventualmente, porque esto no es automático- puede dar espacio a una mejora en el tipo de cambio real.
Aunque tarde para el agro (y el resto de los sectores que compiten con el exterior) el planteo es positivo, en especial cuando los precios en algunos rubros flaquean (caso del sector lácteo y algunos precios agrícolas). En el sector cárnico -que lideró las exportaciones este año- las empresas ganaderas vienen de un ejercicio muy bueno, en general, y están con buenos fundamentos para seguir creciendo. El margen industrial mejoró en las últimas semanas con el ajuste a la baja en el precio del ganado, mientras el precio de exportación sigue firme, como lo muestra la evolución del Novillo Tipo (gráfica).
De manera que el escenario es positivo en el corto y mediano plazo. Sin embargo, los factores de incertidumbre están a la orden del día. Esta semana China dio más detalles de los llamados “resguardos” en su régimen de importación de carne vacuna, con la eventual definición de cuotas y aranceles. Si bien es difícil pensar que haya un “trancazo” en ese mercado (el principal) de un día para el otro, parece claro que el sesgo de la política china es a una moderación de las importaciones y de los precios. No son novedades que tranquilicen, en particular considerando que el sector cárnico ha sido clave este año para sostener las exportaciones.
Rurales El País