El trágico naufragio del Costa Concordia: 32 muertos, un capitán con su amante de polizón y un audio revelador
Diez años atrás, en la costa de la Isla de Giglio, naufragó uno de los cruceros más grandes del mundo. La desesperación de los pasajeros. La irresponsabilidad del hombre a cargo. La desastrosa evacuación. Y el sorprendente diálogo entre el capitán -que abandonó su barco- y el comandante en tierra.
Ya era de noche. Y sucedían todas las cosas que suceden en un crucero. Los salones comedores estaban repletos, en el casino los croupiers acomodaban cartas en un sabot mientras las máquinas de jackpot no paraban de sonar, algún cantante que conoció tiempos mejores cantaba para un público de una euforia sobreactuada, otros seguían en las piletas de la cubierta, alguna pareja tenía sexo en un camarote, otras se peleaban, varios señores tomaban tragos gratis en soledad, unos chicos corrían detrás de una pelota mientras alguien los retaba, el capitán del barco y su joven acompañante miraban desde el puente de mando la hermosa Isla de Giglio.
Eran las 21.30 cuando un fuerte golpe sacudió la embarcación. Un cimbronazo que apagó las luces. Y un gran estruendo, una detonación ahogada. Después de unos segundos de incertidumbre, los miembros de la tripulación trataron de mostrarse serenos ante los pasajeros. Los que tenían más experiencia sabían que algo malo había sucedido. Nunca habían sentido semejante ruido ni experimentado un sacudón similar. Los pasajeros, en la oscuridad, perdían la calma. Todo empeoró cuando algunos notaron –y se lo comunicaron al resto- que el barco se estaba inclinando.
No había órdenes oficiales. Sólo pedidos de calma y frases de ocasión que minimizaban el problema. Los integrantes de la tripulación se fueron desvaneciendo. Cada tanto por los altoparlantes se escuchaba una voz que decía que sólo se trataba de un problema eléctrico que pronto sería solucionado. Las luces de emergencia alumbraban tibiamente la desesperación de los pasajeros que, ante la evidente escoriación del barco y el desamparo, corrían y chocaban entre sí buscando los botes y los chalecos salvavidas. ( INFOBAE)