El narcotráfico en Brasil deja de vender solo drogas, amplía sus negocios y consolida su marca de violencia
Bandas y milicias adoptan las mismas prácticas para explotar el territorio, pero los traficantes tienen una mayor articulación nacional con el sistema penitenciario.
Los residentes son obligados a pagar tasas por servicios, seguridad e incluso un impuesto sobre la venta de inmuebles.
«Por supuesto que vamos a lucrar. ¿Quién hace una guerra para no lucrar?». La pregunta retórica, hecha por uno de los líderes del Comando Vermelho al periódico en agosto, resume la lógica que sustenta la disputa entre facciones en Río de Janeiro. El diálogo se realizó a través de abogados poco después de que la facción intentara, una vez más, invadir un barrio de la zona oeste controlado por un grupo rival.
En esa región, los condominios cercanos a las favelas están obligados a pagar alrededor de R$ 2.000 (US$ 378) al mes como tasa de seguridad, según los residentes. Quienes se niegan a contribuir se convierten en blanco de robos y represalias.
El negocio lucrativo que va más allá de las drogas se construyó durante los últimos 40 años bajo un clima de miedo entre los habitantes de las comunidades, que viven en medio de tiroteos: a veces por guerras entre bandas, a veces por operaciones policiales. La batalla más reciente —y la más letal de la historia— ocurrió el 28 de octubre, dejando un saldo de 121 muertos. La acción fue celebrada por el gobierno de Cláudio Castro (PL).
En la ciudad de Río, entre 2023 y 2024, la guerra por el territorio dejó al menos 684 muertos en las favelas, incluidos niños.
Según el fiscal Fábio Correa, coordinador del Grupo Especializado en Seguridad Pública, ya no hay diferencia entre milicianos y traficantes en la explotación del territorio. «El tráfico y la milicia hoy realizan las mismas actividades, oprimen a las comunidades de las mismas formas», afirmó.
Folha Internacional