Cómo funciona la inmunidad a largo plazo que podría transformar el COVID-19 de una catástrofe mundial a una molestia leve
Hasta ahora, las discusiones sobre la protección contra el SARS-CoV-2 se concentró en los anticuerpos neutralizantes. Sin embargo, y afortunadamente, estos no son la única arma a disposición del sistema inmunológico
Cuando el cuerpo humano está infectado por el virus o encuentra un fragmento del patógeno en una vacuna, nuestro sistema inmunológico cambia de manera sutil pero importante. En una gran parte de la población, estos cambios podrían ayudar a transformar el Covid-19 de una catástrofe mundial a una molestia leve.
Hasta ahora, las discusiones sobre la protección contra el SARS-CoV-2, el virus que causa la Covid-19. se concentró en los anticuerpos neutralizantes, proteínas que se adhieren al virus para neutralizarlo, y parte fundamental de la respuesta inmunitaria al patógeno.
Sin embargo, y afortunadamente, los anticuerpos neutralizantes no son la única arma a disposición del sistema inmunológico. Nuestro cuerpo tiene a disposición otras herramientas que podrían hacer que futuras olas de covid ya no causen altos números de hospitalizaciones y muertes, permitiendo un paulatino regreso a la normalidad pre pandémica.
La primera arma: los anticuerpos neutralizantes
Los anticuerpos neutralizantes forman el pilar del sistema inmunitario adaptativo. Estos anticuerpos aumentan durante la infección y disminuyen naturalmente con el tiempo. Siguen siendo un punto de referencia clave para medir la eficacia de las vacunas: los científicos juzgan el éxito y el momento de las vacunas en parte midiendo la cantidad de anticuerpos neutralizantes que provocan en nuestra sangre y cuánto tiempo duran.
Cuando se enfrentan al coronavirus, los anticuerpos neutralizante en forma de Y pueden adherirse a los picos del virus y evitar que ingrese a las células, neutralizando así el patógeno.
“En general, los anticuerpos neutralizantes evitan que te infectes en primer lugar”, explicó al medio estadounidense VOX Lewis Lanier, presidente del departamento de microbiología e inmunología de la Universidad de California en San Francisco.
“Estamos realmente más preocupados en este momento en medio de la pandemia por la durabilidad de ese anticuerpo porque lo que estamos tratando de hacer es prevenir la transmisión”, agregó Deborah Fuller, profesora de microbiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington. Pero eso podría cambiar.
Las otras armas: las células T y B
Hay casos en los que los punto de unión del virus pueden cambiar, por ejemplo tras el surgimiento de una nueva variante.
En este caso, los anticuerpos neutralizantes pueden volverse menos efectivos. En los meses posteriores a una infección o inmunización, la cantidad de estos anticuerpos neutralizantes también disminuye, ya que la producción de anticuerpos requiere mucha energía, por lo que el cuerpo produce menos después de que desaparece una infección.
Ahí es donde entran en juego otras herramientas, que se esconden dentro de nuestros huesos, que son más duraderas contra las infecciones.
En primer lugar, existen los anticuerpos no neutralizantes, que no interfieren directamente con el funcionamiento del virus, pero pueden ayudar al sistema inmunitario a detectar células infectadas y marcarlas para su destrucción.
La tarea de eliminar las células infectadas recae en un grupo de glóbulos blancos conocidos como células T citotóxicas, también llamadas “células T asesinas”. Surgen de las células madre en la médula ósea y hacen que las células infectadas se autodestruyan, sin interferir con las células normales.
“Las células T no pueden prevenir la infección”, dijo Lanier al medio estadounidense. “La única forma en que una célula T puede reconocer que tiene una infección es después de que una célula se haya infectado”. (INFOBAE)