Alejandro González: “Uruguay debe capitalizar cada oportunidad y construir precios estables para la cadena cárnica”

Alejandro González: “Uruguay debe capitalizar cada oportunidad y construir precios estables para la cadena cárnica”

El director de Frigorífico Las Piedras analizó el desempeño del sector en 2025, advirtió sobre márgenes ajustados pese al buen momento de precios, repasó los desafíos del mercado internacional, la necesidad de diferenciación y el rol de la industria frente a la exportación en pie, la intensificación productiva y la competencia global

El 2025 dejó para la cadena cárnica uruguaya un escenario de precios firmes, mayor dinamismo exportador y señales positivas en varios mercados, pero también la advertencia de que los márgenes industriales siguen bajo presión y que el contexto internacional exige cautela. En ese equilibrio entre oportunidad y prudencia se situó el análisis del Lic. Alejandro González, director e Frigorífico Las Piedras, quien repasó en Hablemos de Agro, de Canal 10, la situación del negocio, las perspectivas hacia adelante y los desafíos estructurales que enfrenta Uruguay para consolidar su inserción global y sostener su competitividad.

«Un muy buen año»

El director de Frigorífico Las Piedras analizó el desempeño del sector cárnico en 2025 y lo calificó como “un muy buen año” para la cadena, aunque advirtió que el escenario obliga a extremar cautelas. En un contexto de precios firmes, mayor volumen exportado y un valor promedio de las carnes vacunas que creció 20%, González subrayó que el desafío ahora es “capitalizar las oportunidades” que ofrece el mercado, sin perder de vista que algunos indicadores muestran señales de alerta.

El eje de su preocupación está en los precios. Según explicó, el IMEX —el índice de exportación— marcaba a comienzos de noviembre valores en torno a US$ 5.000 por tonelada, mientras la industria pagaba al novillo entre US$ 5,50 y US$ 5,60. “No es razonable”, afirmó, al observar que el agregado industrial del novillo tipo INAC se acerca a los registros de 2022, “uno de los peores años de performance para la industria”. Aun así, insistió en que su enfoque no es alarmista, sino prudente: “Es momento de poner las barbas en remojo”.

Consultado sobre si la ecuación puede corregirse por una baja del precio del ganado o por un aumento de los valores internacionales, González planteó que cualquier análisis del mercado externo debe partir de cinco factores estructurales. El primero es la enorme concentración de la oferta global: tres países —Estados Unidos, Australia y Brasil— explican el 53% del total exportado; si se suma India, ese porcentaje asciende a 65%. “Uruguay representa apenas el 3,8%: somos tomadores de precios, no formadores. Somos un país de nicho, no de volumen”, explicó.

El segundo punto es la concentración de la demanda. China y Estados Unidos absorben el 50% de la carne que se comercializa en el mundo. En el caso de Uruguay, representan el 70% de los envíos en volumen y cerca del 60% en valor, proporción que solía superar el 75% antes de la caída europea.

A esto se suman otros tres elementos que, según González, marcan el pulso del mercado: el precio del dinero y la baja de tasas de la Reserva Federal estadounidense; la incertidumbre económica global; y el factor político, desde la administración Trump hasta las salvaguardias chinas. “A pesar de todo, Estados Unidos está con el stock bovino más bajo en 70 años y con necesidad de carne. Todo indica que seguirá siendo un buen mercado, además de ser un mercado que paga bien”, sostuvo.

El director de Las Piedras señaló que el atractivo de Estados Unidos coincide con un reacomodo de flujos globales: con el arancel del 40% que enfrenta Brasil en China, parte de su mercadería se ha redirigido hacia el mercado norteamericano. Esto aumenta la competencia, pero también evidencia la robustez de la demanda estadounidense, que incrementó sus importaciones 60% en tres años. En paralelo, la faena de vacas en ese país cayó 25% respecto de dos años atrás, un indicador que para algunos analistas muestra que el ciclo de caída en la oferta de proteínas está tocando fondo.

Sin embargo, González descartó que este escenario pueda derivar en un ajuste brusco como el ocurrido tras el pico de precios de 2022. “Los trasfondos son distintos. No veo un ‘fin del mundo’. Lo que sí necesitamos —tanto el sector agropecuario como la industria— es estabilidad: un precio de construcción, que permita proyectar y trabajar”. A su juicio, valores en torno a US$ 5.000 por tonelada son elevados y exigen atención, más aún cuando el negocio opera con márgenes ajustados.

Buenas y magras noticias

En el análisis de las perspectivas hacia adelante, Alejandro González señaló que la evolución del mercado internacional sigue marcada por la conducta de sus principales actores, especialmente China, cuyos anuncios y movimientos generan impactos inmediatos en los flujos comerciales. Para Uruguay —que históricamente ha oscilado entre un 7% y un 10% de participación en las importaciones chinas— cada corrección en ese mercado puede significar variaciones equivalentes a cientos de miles de toneladas anuales en la demanda global, afectando tanto al país como a sus competidores. “Desde el punto de vista de la industria, lo que hizo China es lo mejor para Uruguay”, aseguró.

González recordó que, en su momento, Rusia llegó a ser el principal destino en volumen para Uruguay pero desapareció prácticamente de un día para el otro, cediendo el lugar a China. Esa experiencia alimenta la pregunta: ¿existe un riesgo real de que China “se apague” de forma abrupta? El director de Las Piedras entiende que no. “China es distinta. Estados Unidos quiere parecerse, Europa cambia reglas de juego permanentemente… pero no veo un escenario de catástrofe. Sí creo que hay que buscar alternativas y diversificar”, señaló. En este marco valoró la iniciativa de avanzar hacia el Acuerdo del Pacífico como una “excelente noticia”, al abrir nuevas oportunidades comerciales.

Uno de los factores que hoy más inciden en el flujo comercial hacia China son los controles reforzados sobre residuos. Según explicó, las inspecciones extendieron de forma considerable los tiempos de liberación de la mercadería, afectando el capital de trabajo de los importadores. “Si antes un importador sabía que en una semana tenía la mercadería en sus depósitos y podía empezar a vender, hoy esa semana puede transformarse en dos, tres, cuatro o cinco. Eso lo deja sin fondos para operar o lo obliga a tomar nuevos créditos”, detalló. Esa alteración de la dinámica comercial, sumada a la mayor competencia global, ha generado cambios visibles en la participación de los proveedores: mientras Uruguay bajó de representar un 12% de las importaciones chinas a cerca del 7%, Australia subió al 12%. “¿Pudo capitalizar la oportunidad? Sí. ¿Hasta dónde? Hasta donde el precio, la seguridad y todas las demás variables lo permitieron”, señaló.

González también analizó el reposicionamiento institucional del Instituto Nacional de Carnes (INAC) bajo la nueva administración. Destacó positivamente que la presidencia esté ocupada por alguien que proviene de la industria, lo que, a su juicio, garantiza conocimiento directo sobre los puntos débiles de la cadena y los desafíos estratégicos. “Siempre voy a celebrar un instituto que busque promocionar la carne y no que concentre sus recursos en fiscalizar más de lo que ya se fiscaliza”, dijo.

Recordó una comparación realizada años atrás entre la inversión por tonelada de Australia —a través del MLA— y Uruguay, que evidenció una brecha de uno a diez. Esa diferencia, explicó, marca la importancia de apostar a la promoción como eje central. Consultado sobre el rumbo estratégico del INAC, prefirió mantener una visión constructiva: “Toda estrategia que sea para promocionar, vamos a apoyarla. Siempre habrá algo para discutir los lunes, siempre habrá puntos para mejorar. Pero ese es el camino”.

Avance de la ganadería intensiva

El avance de la ganadería intensiva y el peso creciente del corral en la faena también forman parte del diagnóstico de Alejandro González. Hoy, cerca del 30% del total faenado proviene de sistemas de encierre, una transformación que, según el director de Frigorífico Las Piedras, responde tanto a señales del mercado como a la lógica arancelaria que guía la estrategia exportadora de Uruguay. “El país va por los flujos que, desde el punto de vista arancelario, sean más beneficiosos. Por eso el grano tomó tanta participación”, explicó.

La caída progresiva de la cuota 481 —ya con niveles marginales— no implica, dijo, que el negocio haya dejado de existir, pero sí obliga a adaptarse. “Fue un negocio que nos enseñó mucho sobre trabajo con ganados de terminación rápida. ¿Son mejores o peores? No quiero entrar en esa discusión. Es subjetivo. Pero lo que sí trajo, y es indiscutible, es aceleración de procesos”. Para González, señales recientes del mercado reflejan ese cambio estructural: “Hace un mes, un novillo de 380 kilos valió lo mismo que uno de más kilos. Producir menos no significa que valga menos. Podemos producir más y que valga más”.

Esa intensificación también se observa en los pesos de carcasa. En la primera quincena de noviembre, el novillo promedio superó los 300 kilos, un viejo reclamo de la cadena. Pero el desafío sigue abierto. “Australia promedia 300 kilos de carcasa. Uruguay está en 292. Si queremos entrar en nichos de calidad, tenemos que seguir mejorando. No solo por calidad, sino por eficiencia: trabajar con carcasas más pesadas mejora costos”, señaló. Sin embargo, advirtió que el aumento de peso debe ser equilibrado. “Una carcasa pesada con bajo rendimiento no sirve. Es un arte: más kilos, pero con eficiencia”.

Consultado sobre si la industria consideraba suficiente la actual producción de terneros —en torno a tres millones de cabezas— González fue claro: “Es un buen inicio, pero estamos lejos. Este año vamos a cerrar con 2,4 millones. Falta”.

El debate sobre la exportación de ganado en pie —que este año superó las 400.000 cabezas— ocupó otro tramo de la conversación. Desde la óptica industrial, la pérdida de animales afecta la disponibilidad futura y genera tensiones con el abastecimiento interno. “Soy industrial. Se nos van los animales en pie, y uno de cada cuatro kilos que se consumen en el mercado interno viene en cajas de Brasil o Paraguay. ¿Estoy equivocado yo o mi sector?”, se preguntó, reconociendo que el dilema es profundo.

Recordó estudios económicos que estiman en US$ 500 por animal el valor agregado que se pierde cuando un ternero se va en pie. Pero también comprendió la lógica del productor: “Si tengo la posibilidad de exportarlo a muy buen precio, ¿cómo no voy a tener un plan B?”. La solución, para González, no es restringir, sino equiparar las condiciones de competencia. “Busquemos que esa libertad se dé para todos los sectores, también para la industria. Denos herramientas para competir. Mejor acceso a mercados, menos aranceles. Si compito, puedo ganar”.

El análisis derivó en uno de los asuntos más sensibles de la agenda sanitaria: la continuidad de la vacunación contra la fiebre aftosa. Mientras Brasil ya obtuvo el estatus de libre sin vacunación y Argentina avanza hacia esa posibilidad, Uruguay decidió mantener la inmunización. González entiende que el debate debe ser técnico, no dogmático. “Libre es libre. Si mañana nuestros competidores dejan de vacunar y acceden a Japón, ¿qué hacemos en el medio? Tal vez haya que estudiar opciones. No yo, sino los expertos. Pero hay que mirarlo”. Aclaró, de todos modos, que Uruguay no puede perder de vista el equilibrio entre oportunidades sanitarias y riesgos comerciales. “Nos movemos en un negocio extremadamente proteccionista. Todos los países defienden su producción y eso genera ineficiencias que se traducen en aranceles y barreras”.

Plano ovino

En el terreno ovino, Frigorífico Las Piedras ha sido un actor relevante, pero el 2025 dejó un balance complejo. Alejandro González explicó que la faena nacional cayó cerca de 50% respecto al mismo período de 2023: mientras el año pasado se habían procesado 1,2 millones de cabezas, este año apenas se alcanzaron 650.000. “El problema principal es la imprevisibilidad. Muchos animales no estaban en estado para faena por las lluvias de los primeros meses, y si bien existió espacio industrial para procesar, la disponibilidad real no acompañó”, señaló. Recordó además que la industria ha buscado flexibilizar pesos y explorar alternativas comerciales para poder trabajar categorías más pesadas, una demanda histórica de los productores.

Esa volatilidad se acentúa por el lugar que ocupa Uruguay en el comercio ovino mundial: solo el 10% de la producción global se comercializa, y dentro de ese segmento, el 80% lo abastece Nueva Zelanda. “Es un mercado extremadamente sustituible. Si mañana Nueva Zelanda baja precios, los compradores cambian su programa de compras sin problema. Si uno vende carcasa genérica, es muy fácil de reemplazar”, explicó. Por eso consideró clave que Uruguay trabaje marcas, certificaciones y productos diferenciados.

Consultado sobre las expectativas para 2026, González prevé una leve reducción en la oferta total de ganado, aunque sin impactos severos. “La industria quiere acelerar procesos y eso va a ayudar a mantener el ritmo de actividad”, dijo. En Las Piedras, la estrategia ha sido concentrarse en novillos, aunque también aumentó la proporción de vaquillonas. La razón es clara: “Siempre buscamos nichos de calidad. Esa es la filosofía”.

El industrial se detuvo luego en otro punto crítico: los costos industriales. La caída sostenida del tipo de cambio y el aumento de los costos internos presionan los márgenes de toda la cadena. “Uruguay es caro, más aún si nos comparamos con Brasil o Paraguay. Cuando un país produce con altos costos, la única salida es la diferenciación. No podemos competir por volumen: hay que competir por valor”, afirmó. En este sentido, reconoció que sumar plantas o aumentar escala puede ser una alternativa, aunque insistió en que el foco de la empresa está en construir una propuesta de calidad. “Si competimos de espalda a espalda con los grandes en el mismo producto, perdemos. Tenemos que asegurar calidad y fortalecer la relación con los mejores productores”, señaló. Citó una frase de su padre: “Hay que enamorar al productor y enamorar al talento dentro de la planta”. Ese, dijo, es el diferencial que sostiene a la empresa.

El mercado interno también atraviesa cambios. Un 25% de la carne que se consume es importada, y el consumo de cerdo y pollo alcanzó niveles similares a los de la carne vacuna. “Es un mercado muy competitivo, sofisticado y exigente en calidad”, apuntó. Las Piedras importa carne para complementar su oferta comercial y abastecer todos los productos que demanda el cliente. “No cuestiono la importación de carne ni la exportación de ganado en pie como conceptos aislados. La pregunta es: ¿aportan algo al país? Yo estoy en el medio: entre el productor y la caja que se exporta. Es un dilema”, reflexionó.

A futuro, la foto no parece cambiar demasiado. González proyecta que 2026 será similar a 2025 en términos de precios y contexto internacional. “Todo indica que nada va a cambiar demasiado en el corto plazo. Lo importante es capitalizar los huecos que se nos abrieron. Una buena zafra de precios sirve solo si podemos colocar el producto de forma eficiente. El 20% de lo que importa Estados Unidos viene de Australia. Aprovechemos para posicionar a Uruguay, para dejar de ser segunda opción y convertirnos en una opción real dentro del club de proveedores”.

Rurales El País