«A los 13 años creí que era trans, me equivocaba. Fui abusada y huía de mi cuerpo»
La ‘ley Trans’ elimina los informes médicos y psicológicos como diagnóstico. Jóvenes que han ‘detransicionado’, como Ame G., de 19 años, y agrupaciones como Amanda, con hijos que sufren disforia de género acelerada, critican el peligro de que sea un error de por vida.
Disforia de género es una sensación de incomodidad, de angustia, el padecimiento de las personas que desearían no haber nacido con los atributos de su sexo y sufren por ello. Es un trastorno, puede ser pasajero u ocasional, máxime en un tiempo tan basculante como la adolescencia. Suele ser un síntoma de algo más profundo que no va bien, simplemente. Compartían ese odio hacia el cuerpo propio, que normalmente va acompañado de conductas autolesivas, las 4.000 niñas que en Reino Unido se acogieron a la ley británica para transicionar y que luego se arrepintieron.
En nuestro país, la ‘ley Trans’ elimina el requisito de contar con informes médicos y psicológicos antes de cambiar el género asignado al nacer, con terapias hormonales, bloqueadores de la pubertad y cirugía genital en su caso. Y hay familias que están que trinan por este asunto. En Suecia, una ley similar a la española dio alas en 2014 a la libre autodeterminación de género, pero la cantidad de personas que transicionaron «por error», según confesaron, y que ya no pueden volver atrás ha obligado a que el Parlamento la tumbe y devuelva la norma a la rampa de salida.
Desde la agrupación Amanda (de madres de niños víctimas de disforia de género de inicio rápido o disforia acelerada), las ocho madres que se aliaron en septiembre de 2021 temieron que a sus hijos (la gran mayoría, chicas con altas capacidades y problemas de socialización) les ocurriera algo similar. Dos de esas 200 madres de familias que en este corto espacio de tiempo se han unido a la entidad conversan con ABC sin querer significarse, porque sus hijas no se lo perdonarían, aseguran. Son Gisela (en Madrid) y Abigaíl (en Sevilla). Con gallardía, Ame (de Amelia) G., de 19 años y oriunda de Arcos de la Frontera (Cádiz), sí da la cara. Es una de las pocas jóvenes que ha decidido poner rostro en España a la realidad ‘detrans’, que existe y no es un asunto menor.
Estas tres mujeres relatan desde vértices distintos un mismo dédalo enmarañado: el abuso sexual, el ‘bullying’, un cambio de colegio, una vivencia traumática como la separación de los padres pueden conducir a la equivocación. Suele suceder en Secundaria, una etapa muy complicada de salto (o abismo) a la adolescencia.
Hay factores que lo disparan. Por ejemplo, en Amanda detectaron que el confinamiento de la pandemia fue demoledor para los jóvenes que, encerrados en su cuarto y viviendo en las fauces de las redes sociales, encontraron dos palancas de cambio: «Ser trans está de moda, y ‘mola’ para encajar en tu grupo de pares» (dice Gisela); y el adolescente perdido físicamente halla un rastro que resuelve muchas dudas. (abc.es)