Un faro de esperanza en el barrio: La historia del Merendero Andresito y la lucha por un salón comunitario
Rafael Cabrera e Itelvino Barrionuevo luchan por mantener viva una obra que atiende a más de 100 personas y ahora, con el apoyo del Club de Leones, aseguran su futuro. Una historia de solidaridad y comunidad que demuestra que el trabajo en equipo lo puede todo.
En un gesto de profundo compromiso con su comunidad, los fundadores del merendero del barrio Nuevo Uruguay, también conocido como Merendero Andresito, han compartido su historia de esfuerzo y dedicación, una que ha superado desafíos y ha logrado consolidarse como un pilar fundamental para cientos de familias. Durante una emotiva entrevista, Rafael Cabrera, uno de los fundadores, y su compañero Itelvino Barrionuevo, relataron cómo un grupo de cinco vecinos se unió para construir un espacio que hoy brinda apoyo esencial a más de 100 niños, madres y personas mayores.
Todo comenzó en el año 2000, mucho antes de que la crisis de 2020 intensificara las necesidades del barrio. Este grupo de vecinos, que ya formaba parte de una comisión vecinal, decidió ir más allá. «Nos propusimos hacer un salón para el merendero», recordó Cabrera. Junto a Barrionuevo, María Lobato, Miriam Maciel y Mari Gallareta, comenzaron con la construcción de una cocina, que pronto se convirtió en el punto de partida para un ambicioso proyecto. «Nos parábamos de frente a la ventana y nos salió la idea de armar un salón multiuso», agregó.
La construcción del salón no fue tarea fácil. El grupo vendía tortas fritas, organizaba bailes y eventos para recaudar fondos y comprar materiales. Con la ayuda de otras instituciones, vecinos y empresas, lograron su objetivo. En 2010, inauguraron un espacio que no solo serviría para el merendero, sino que también sería un lugar de encuentro para la comunidad, un espacio donde las familias pudieran celebrar cumpleaños, casamientos, fiestas del Día del Niño o Navidad. La perspectiva era clara: crear un verdadero punto de unión en el barrio, un lugar donde los vecinos se sintieran como una gran familia.
El compromiso del grupo se fortaleció con el tiempo. El merendero, que hoy atiende a más de 100 personas de los barrios Andresito 1, 2 y 3, Los Teros, Los Yuyos, Los Tecos, Artigas y Burton, se ha convertido en una pieza clave para la alimentación de la zona. Gracias al apoyo constante del Instituto Nacional de Alimentación (INDA), que provee una cantidad considerable de leche, arroz, azúcar y cacao, el merendero ofrece no solo la merienda, sino también cenas reforzadas durante el invierno. «INDA siempre nos apoyó, gracias a Dios», expresó Cabrera, destacando la importancia de esta colaboración.
Sin embargo, el camino no ha estado exento de obstáculos. Recientemente, el grupo se enfrentó a una situación desalentadora: el vencimiento del comodato que les permitía usar el salón. La amenaza de perder el espacio que habían construido con tanto esfuerzo los llenó de amargura. «Es una amargura porque ahí trabajó toda una familia… que nos quitaran lo que habíamos hecho con todo sacrificio», confesó Barrionuevo. La posibilidad de que otra comisión, con un horario de trabajo muy limitado, tomara el control del salón, generaba una gran incertidumbre.
Fue en ese momento crítico cuando la comunidad recibió un salvavidas. El Club de Leones de Los Azahares, presidido por Camilo y con la ayuda de Gabriel Cartagena y su esposa, decidió apadrinar al merendero. El Club de Leones ofreció su personería jurídica, lo que les permitió gestionar una audiencia con el Intendente Carlos Albisu. «Les explicamos las razones, les explicamos nuestra solidaridad, lo que hacíamos ahí», relató Cabrera. La respuesta del Intendente fue un alivio inmenso: el comodato sería renovado, y el proyecto podría seguir adelante. «Pasamos cinco años bastante mal, preocupados», admitió Barriónuevo, reflejando el peso que la incertidumbre había puesto sobre sus hombros.
El apoyo del Club de Leones ha significado un antes y un después. No solo les brindaron el respaldo jurídico necesario, sino que también se movilizaron para conseguir nuevas colaboraciones de empresas como Inlacsa, Tuku Tuku y Reina Naranja, asegurando donaciones de productos y artículos de limpieza. Este nuevo impulso les permite mirar hacia el futuro con renovada energía. «Ahora respiramos mejor», afirmó Cabrera, con una sonrisa de alivio.
Además del apoyo institucional, el merendero cuenta con una red de solidaridad local inestimable. Panaderías como Mercopan y la panadería de Silvana Silveira y Gastón donan facturas y pan, a cambio de la harina proporcionada por el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES). Itelvino Barriónuevo, de profesión albañil, se encarga de todos los arreglos del salón, aportando su mano de obra de forma gratuita. Este espíritu de cooperación ha sido la clave del éxito del proyecto.
La labor de estos vecinos no se ha limitado al merendero. En el pasado, trabajaron en la comisión de vivienda, logrando que el Intendente Malaquina redujera los plazos de pago para que los vecinos pudieran obtener los títulos de sus viviendas más rápidamente. «Trabajamos como una unidad para la gente del barrio», subrayó Barriónuevo.
Rafael Cabrera y sus compañeros son un testimonio vivo del poder de la solidaridad. Su proyecto ha demostrado que, con esfuerzo y dedicación, es posible crear un cambio positivo en la vida de muchas personas. «Quiero agradecerle de corazón a todos los que nos dieron una mano», expresó un emocionado Cabrera al finalizar la entrevista. «El agradecimiento para todos».