Crecen los temores sobre la seguridad de las centrales nucleares en el aniversario de la catástrofe de Chernóbil
Cuando se cumplen 36 años de la catástrofe de Chernóbil, vuelve a saltar la alarma sobre la seguridad de las centrales nucleares; al que se suma un nuevo problema: cómo garantizar el funcionamiento de las centrales en una guerra y asegurar su seguridad durante las hostilidades.
La desaparecida central nuclear de Chernóbil y la ciudad de Slavutich —cuyos habitantes mantienen el emplazamiento, que necesita una vigilancia constante para garantizar que no se produzcan fugas de material radiactivo— fueron ocupadas por las tropas rusas durante más de un mes.
Bogdan Serdyuk, presidente del sindicato que representa a los trabajadores de la central, recuerda la batalla que se libró cerca de la central, que marcó el inicio de la invasión rusa.
«El 24 de febrero, como en todo el país, nuestra mañana comenzó con un cañonazo, había una batalla en un puesto fronterizo muy cerca. A continuación, el personal de la estación escuchó el retumbar de equipos militares, y en seguida la central nuclear de Chernóbil fue rodeada por tanques del ejército ruso. Los vehículos oruga levantaron polvo, lo que provocó el aumento de la radiación de fondo.
El principal problema, según el personal, fue que, como consecuencia del bombardeo, las líneas eléctricas resultaron dañadas y tanto Slavutych como la propia planta se quedaron sin energía.
«La central tiene cuatro unidades, incluida la que quedó destruida en el accidente de 1986. Todo el combustible nuclear de las tres unidades que seguían funcionando tras la explosión se retiró y se colocó en un depósito de residuos nucleares», explica Serdyuk.
«Las barras de combustible se almacenan en agua que circula constantemente para mantenerlas frías. En el momento en que se cortó la electricidad, todo el mundo temía que el agua empezara calentarse. Los expertos creen que, si el agua no circula, podría hervir y el combustible desechado comenzaría a fundirse; lo que podría tener consecuencias imprevisibles”.
Otra de las principales preocupaciones era la seguridad del sarcófago de protección que contiene el reactor destruido de la cuarta unidad de potencia y los restos de residuos nucleares. Los daños en el sarcófago podrían provocar la salida de polvo radiactivo. (ONU)